“NAVEGA BAJO LA BANDERA DIVINA.”
“La belleza del amor divino, una vez que entra plenamente en el corazón humano, destruye para siempre el encanto del pecado y el poder del mal.” [LU, 188:5.3]
Ajustador del Pensamiento: “La innata ternura del corazón humano dice mucho de su propósito ‘divinamente ordenado’, de ser tanto un recipiente, como un conducto para el amor. Como es arriba, es abajo. Si examinas lo intrincado de tu sistema cardiocirculatorio, no habrá ninguna duda en tu mente que la función del corazón no es acumular sangre, sino circularla libremente a través de la intrincada red de arterias y pequeños vasos que entrelazan el cuerpo físico.
El amor no puede mantenerse cautivo en el corazón humano. Hacer esto lo desnaturaliza y lo degrada de su sublime incondicionalidad, a una condicionalidad egocéntrica; impidiendo así su irrigación cósmica.
“Jesús, por el poder de su amor personal por los hombres, pudo romper la garra del pecado y del mal. De esa manera liberó al hombre para que éste pudiera elegir los mejores caminos del vivir.” [LU, 188:5.3] ¿Cómo pudo ser así?
El pecado y el mal son parásitos parecidos al cáncer, que se incrustan en las paredes del corazón emocional, infligiendo un gran daño a su ‘capacidad para el amor’. Son sociópatas egocéntricos que disfrutan de las desgracias que infligen a otros. A veces, son ignorantes – una circunstancia atenuante alegada a menudo por Jesús, cuyo corazón abierto lo impulsó a actuar como el defensor público de ellos, en la esperanza de ‘suavizar’ sus arterias emocionales endurecidas.